Deseo despertarme mañana y oír una tenue respiración a mi lado. Darme la vuelta en la cama y descubrir su dulce semblante. Pasar el dorso de mis dedos por su mejilla y, entre lágrimas, acabar de convencerme de que no es un mero sueño. Saber que, aunque ése fuera mi último día en el mundo de los vivos, no podría desear estar en otro sitio.
martes, 22 de septiembre de 2009
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