Eran algo más de las cuatro de la mañana de esa noche de septiembre, sábado, corría una brisa bastante agradable. Nos subimos a aquél autocar que nos llevaría de vuelta al pueblo, el trayecto era muy corto, la fiesta continuaría en el pueblo, quedaba mucha noche por delante. Nos sentamos juntos, tal y como hicimos a la ida, de hecho habíamos permanecido juntos toda la noche, fue como si los dos esperásemos que sucediera algo… y sucedió. A mitad del trayecto me cogiste la cara y la acercaste a tus labios, me besaste como nunca mientras notaba que las lágrimas empezaban a brotar de tus ojos y caían suavemente por las mejillas.
Te preguntabas entre sollozos que es lo que habíamos hecho mal, porque habíamos acabado así. Mis lagrimales ardían, no podía contener mucho más aquél torrente y me puse a llorar desconsoladamente, utilizando tu pecho como guarida, no quería que nadie me vieses así, nuestros amigos no merecían presenciar aquello, era su gran día, no teníamos derecho a estropeárselo. El autobús se paro en la gasolinera del pueblo, aún quedaba cierta distancia hasta la casa donde íbamos a continuar la celebración, te propuse ir dando un paseo y te negaste, a cambio me dijiste: “duerme conmigo esta noche, solo dormir, abrazados, como antes”. Nunca olvidaré esas palabras, se quedarán grabadas a fuego en mi corazón.
El resto de la noche dejo de existir para mi, acabó en aquél instante, viniste a la cama, te tumbaste a mi lado, me besaste de nuevo, me abrazaste y te quedaste dormida. Yo no pude dormir en toda la noche, solamente te miraba dormir, escuchando tu respiración, rogando que esa noche no acabara nunca, pidiendo que aquello fuera real y no solo producto de un impulso mezclado con demasiado alcohol.
Una parte de mi se quedo en aquella cama, descansando eternamente a tu lado, dejando a un lado tanto sufrimiento, viviendo la vida que me han arrebatado.
Te preguntabas entre sollozos que es lo que habíamos hecho mal, porque habíamos acabado así. Mis lagrimales ardían, no podía contener mucho más aquél torrente y me puse a llorar desconsoladamente, utilizando tu pecho como guarida, no quería que nadie me vieses así, nuestros amigos no merecían presenciar aquello, era su gran día, no teníamos derecho a estropeárselo. El autobús se paro en la gasolinera del pueblo, aún quedaba cierta distancia hasta la casa donde íbamos a continuar la celebración, te propuse ir dando un paseo y te negaste, a cambio me dijiste: “duerme conmigo esta noche, solo dormir, abrazados, como antes”. Nunca olvidaré esas palabras, se quedarán grabadas a fuego en mi corazón.
El resto de la noche dejo de existir para mi, acabó en aquél instante, viniste a la cama, te tumbaste a mi lado, me besaste de nuevo, me abrazaste y te quedaste dormida. Yo no pude dormir en toda la noche, solamente te miraba dormir, escuchando tu respiración, rogando que esa noche no acabara nunca, pidiendo que aquello fuera real y no solo producto de un impulso mezclado con demasiado alcohol.
Una parte de mi se quedo en aquella cama, descansando eternamente a tu lado, dejando a un lado tanto sufrimiento, viviendo la vida que me han arrebatado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario