lunes, 21 de septiembre de 2009

¿Por qué? 3ª fase

Amaneció. Los primeros rayos de luz entraban por la ventana. Mi cabeza daba vueltas, toda la noche allí tumbado, pensando, imaginando, soñando despierto. La vejiga apretaba, recordándome que los excesos del alcohol hay que evacuarlo. La mire, tenía su cabeza sobre mi hombro y su brazo cubría mi torso. No tuve más remedio que apartarla cuidadosamente para no despertarla. La tape con la sábana, era una mañana típica de septiembre, fresquita, pero con un sol bastante intenso. Para llegar al baño tenía que salir al exterior, la claridad me deslumbró completamente, en el patio había gente desayunando, muchos miraron extrañados, no debían entender muy bien la situación, ella y yo durmiendo juntos.

Mi cara reflejaba una pequeña sonrisa, después de muchos meses de oscuridad parecía que un pequeño halo de luz brillaba tímidamente al final del camino. Una vez concluida la evacuación de líquidos volví a entrar en la habitación, pude ver como tus pequeños ojos se habían abierto, me tumbe a tu lado y te pedí un beso, te negaste, me miraste con indiferencia, te levantaste de la cama y saliste al patio. Todo estaba dicho, sin pronunciar ninguna palabra habías dejado clara la situación. Me quede allí tumbado, me sentí estúpido, rompí a llorar, el sueño volvía a desquebrajarse, desgarrando de nuevo mi herido corazón.

El resto de la mañana fue un mero trámite, yo ya no tenía la necesidad de disimular mi estado de ánimo, me fui a dar una vuelta por el pueblo, con mi música, tratando de aclarar mi mente, tratando de expulsar nuevamente la idea de que me quieras, de poder quererte, de volver a estar juntos. Aquellas calles desiertas provocaban un incómodo silencio, solo interrumpido por los pocos coches que circulaban por la carretera paralela a aquella calle, me hubiera gustado cruzarme con otras personas, ver en sus rostros algo de la felicidad que me faltaba a mi en aquél instante.

Cuando regrese ya era hora de comer, tocaba preparar unos bocadillos, nada del otro mundo, después de comer regresaríamos a Madrid. Me evitaste en todo momento, si me acercaba a ti encontrabas cualquier excusa para dirigirte a otro sitio, tu mirada huía de mi. El viaje de regreso fue una autentica tortura, sentada a mi lado, hablando con el móvil, intentando distraer tu atención con cualquier cosa que no fuera yo. Te pedí que al llegar a tu casa pudiéramos hablar un rato, te negaste, dijiste que teníamos que reflexionar sobre lo ocurrido, el infierno volvía a comenzar.

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