lunes, 28 de septiembre de 2009

¿Por qué? Fase final

Era un lunes de septiembre cuando me llamaste al móvil, me citaste por la tarde, al salir del trabajo. Decías que teníamos que hablar de lo que sucedió aquél domingo, que habías estado pensando y que tenias una decisión que comunicarme. Por el tono de voz pude comprender que desde luego tu decisión estaba muy lejos de concedernos otra oportunidad. No obstante, no me derrumbe, tenía la esperanza de que tu decisión no fuera en firme y poder convencerte de lo contrario explicándote mis sentimientos, mis vivencias, prometiendo perdonarte de verdad, sin rencor.

Salí del metro y tuve que esperarte, la puntualidad nunca estuvo entre tus virtudes, te gusta hacerte esperar. Te vi llegar, caminando por la calle, apurando tu cigarro, tan guapa como siempre... te acercaste, me diste un beso y me invitaste a caminar contigo. Fuimos al parque, curiosamente el mismo parque donde todo empezó hace muchos años, aquella fría madrugada de febrero, parecíamos dos tontos muriéndonos de frío, pero ninguno de los dos quería irse a su casa.

Sacaste el paquete de tabaco de tu bolso, me ofreciste un cigarrillo y fuiste directa al grano. Me preguntaste que pensaba yo de lo que sucedió aquél domingo. Tonto de mi volví a dejar mi corazón al descubierto esperando que lo hicieras trizas con tus palabras. Te dije que aún te amaba, que nunca dejaría de hacerlo, que eras la mujer de mi vida, que sin ti mi vida dejaba de tener sentido, que no encontraba el camino lejos de tu lado, que estaba dispuesto a olvidar y perdonar tus errores del pasado y que estaba dispuesto a volver a casa, a volver a intentarlo de nuevo.

Fue entonces cuando sacaste el cuchillo y te preparaste para despedazarme. Tenias el discurso bien ensayado, me dijiste que lo que ocurrió fue todo fruto de la confusión del momento, del exceso de alcohol, de las emociones de toda la noche... pero que no querías concedernos esa segunda oportunidad, que cada uno tenía que intentar continuar con su vida, que bastante habíamos sufrido ya y que no estabas dispuesta a continuar haciéndolo.

Todo lo demás fue un discurso muy bonito sobre las causas que nos habían llevado hasta ese momento y lo buenos amigos que podíamos llegar a ser. Me pediste mil veces perdón por haberme besado, por haber dado pie a que mis ilusiones renacieran, perdones que ya no me consolaron, el daño estaba hecho... otra vez más.

Mientras los días pasan mis situaciones se complican, no se muy bien a donde camino, me veo inmerso en mi particular trinidad, tres caminos, tres apuestas, pero sin la valentía necesaria para elegir alguno de ellos. En los últimos días veo como vuelves a dar señales de desanimo, solo espero que tus palabras y decisiones sean firmes, no me gustaría comprobar como dentro de un tiempo indeterminado vuelves a dinamitar mi existencia.

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